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Un carnaval como los de antes...
Gran celebración cultural en el Casco Historico...
Santo Domingo como tú nada igual, dice la canción. Y el viejo distrito colonial de Santo Domingo, es todavía menos igual, más particular y diferente.
En sus orígenes, nuestra Santo Domingo fue un lugar de paso hacia otras tierras, para más tarde terminar siendo la primogénita abandonada a su suerte. Nació austera, sin ornamentos, y según pasó el tiempo fue llenando sus vacíos con estilos nuevos, que también iban de paso. Esa mezcla que se dio siguiendo los viejos patrones coloniales, permite una extraña armonía, en la cual todo se parece y todo es difere
Bien, ese espacio (levemente) alucinante, durante la tarde del sábado primero de marzo de dos mil veinticinco, fue el escenario del carnaval más auténtico que yo haya presenciado en las últimas décadas. Aún más alucinante porque el brillo y la algarabía ocurrió entre zanjas y equipos pesados de construcción. ¡Y a pesar de eso… qué lujo de fiesta!
Con la escala reducida y el entusiasmo grande de un pueblo pequeño, fue convocada toda persona e institución relacionada con el protocolo de coronación de los reyes del carnaval, sus majestades Risoris Silvestre y Carlos De a Cruz. Las fuerzas del orden, la Policía Comunitaria, las bandas de música, el batón ballet, la prensa… pero también y con la misma importancia, la población residente, los visitantes asiduos y los perennes curiosos.
¿Qué ocurre cuando el orden y el desorden se mezclan? Depende, si se trata del carnaval, se enciende la chispa… y arrancó la camioneta de la policía abriendo camino, y detrás las "carrozas descapotables", y la banda, y las cuquitas de los hoteles, y entre unos y otras se iban infiltrando de manera irreverente las comparsas y las máscaras individuales. Visto en la distancia, se destacaban en el desfile un cabezón y varios zanqueros; visto de cerca, el rigor de los movimientos marciales del batón ballet se iba descomponiendo en unas caderas bailongas al ritmo dudosamente militar de "baila en la calle…"
Entre diablos, Lolitos, muñecas floreadas, atuendos típicos de México, beduinos sin camello, algún payaso, muchos turistas sorprendidos, un arlequín memorable, campesinos, cierto Duarte confundido, vaqueros y piratas; entre la banda militar y el ritmo del Alí Babá, ese rio de personajes coloridos fue invadiendo con su deliciosa confusión las calles y las plazas. Y se bailó en las calles y se bailó en las plazas, como ocurre cuando nos permiten gozar entre las máscaras, siempre lamentando un poco el no habernos disfrazado.
Y recordé que hace mucho mucho tiempo, cuando yo estrenaba la memoria, el carnaval era un magnífico desfile, pero antes y por encima de éste, era una fiesta de disfraces. Una fiesta en la calle y en los clubes, una fiesta colectiva, con o sin careta. Una expresión genuina de la gente.
Yo felicito efusivamente a la Mesa Redonda Panamericana, la institución gestora de esta exitosa fiesta, coordinando los aportes de un nutrido grupo de personas, empresas e instituciones, y les animo a continuar con esta iniciativa, recreando una tradición maravillosa.
Iris de Mondesert
